Bondi de Poetas
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Conocer a Gabriela Clara Pignataro
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Conocer a Gabriela Clara Pignataro

Proyecto híbrido de prosa poética: "Ritmo Mineral"

Ritmo mineral - Proyecto inédito

Cuando perdí la vista, busqué en la retina apagada por el fuego la memoria de la visión. No hablo de mis recuerdos, no. Hablo de la emanación espectral que une como un perfume de gelatina, las cosas que componen el mundo.
El volumen verdeseco del espinillo, su aura erizada cortando el viento. La incomodidad violeta de las flores de salvia ante mi tacto torpe. Mis manos, poco dóciles durante la ceguera temporal, volvieron con aspereza a observar el paisaje. Todo era nuevo y a la vez, vivía en cada cosa una baba de coincidencia con la frontera alcanzada por mis ojos antiguos.
Siempre que entrábamos al túnel que gusaneaba debajo del río grande lo hacíamos con las manos. Los ojos eran inútiles en esa oscuridad. Esta vez no fue distinto: la oscuridad de mi frente conversaba con el túnel, como dos viejos caballos que se conocían desde el primer año de la luz. Así avancé hasta la boca subterránea que se abría hacia el pozo de glaciar oculto.
Ahí crecían desde la época de la sombra del lenguaje, las piedras del agua diluviada.
Estas piedras se formaron por una fuerte compresión atmosférica y la inversión de temperaturas en milisegundos. Así el agua diluviada, llevada hasta allí por el escurrimiento del glaciar, quedó capturada entre el óxido y el almíbar salino.
El agua diluviada viene de un cielo que ya no existe: nada de esa lluvia queda ya sobre nuestras cabezas. Como un falso espejismo de hielo, las piedras diluviadas parecen siempre estar a punto de quebrarse: la fragilidad de una ráfaga de aire arrastrando las hojas secas por la noche.
Estas piedras son huesos del cielo "huesos del antiguo azul" le decimos. Solo nos permitimos poseer una en la vida. Solo les hablamos cuando los códigos y contraseñas para entrar y salir del tiempo se rompen y quedamos vagando en los niveles inaudibles de los trajes.
Yo aún no usé mi pregunta. No bajé a ese pozo. La guardo para un momento, que cuando llegue, va a quemar el aire que me rodea.

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Las piedras que recuerdan tu nombre cuando no queda voz en el mundo🏔

Por cada piedra una letra, por cada clan un alfabeto. Los bordes de estas piedras, se convierten en superficies de sonoridad cuando el viento sur las toca. Según la intensidad de las ráfagas el desprendimiento vocálico es audible a metros o kilómetros. En la época donde la rotación cavernaria del mundo aún no llevaba nombre, lxs antiguxs escuchaban las piedras para aprenderlas.

Así, identificaron la A, la B, la C y todas las letras. De todos los alfabetos. En todas las lenguas.

Algunxs supieron oficiar la práctica secreta: ordenar las piedras para llamar por la noche la orden de batalla o de retirada, para nombrar a lxs amantes imposibles, para traicionar, para cantar la maña de la tristeza sin lumbre.

La colectora de piedras, que estuvo allí y aquí también, sólo logró conservar una piedra: que canta la inicial de su antepasadx desconocidx.

El óxido que las recubre y sus bordes filosos las volvieron instrumentos del viento: es la masa incorpórea la que ejecuta los llamamientos.

La colectora siempre va en silencio: hasta reunir todas las piedras del alfabeto para reunir así a sus muertxs. Hasta hallarlas una por una, así será: aprovechar toda la temporada de sol, disponer la fuerza para la tormenta. Solo en la temporada de vientos los nombres crecen desde las montañas y las mesetas hasta caer en el mar.

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Las piedras del aire que escasea están heridas: llevan por belleza cromática, lo que la adherencia de otros cuerpos les dejó. A veces el pétalo seco de una amapola, otras el finísimo reposo de un ala de mosca de la fruta. También, los restos de salitre que traen las gaviotas y sus garras o la sustancia lilácea de las fresias salvajes que acomodan el tallo entre las piedras.
Las piedras del aire que escasea son blancas: así lo indican las enciclopedias de geología antigua. Blancas, todas blancas. Lo cierto es que nadie las ha visto jamás así.
La piedra del aire que escasea es con su investidura: no hay piedra enamorada del aire y del agua, anfibia, sin herida.
Así las clasifica la colectora de piedras: piedras heridas por el animal, por la sombra, por la fiebre, por el mar.

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La paciencia de la colectora de piedras tiene un ritmo mineral: puede ser una vida humana, tres vidas felinas, miles de insectos y sus alas quemadas al sol.
La piedra espera en la oscuridad del centro del océano. En su granito horadado por la salinidad, las hijas abisales supieron cristalizar el veneno de las medusas que las eligen hace siglos como zona de reposo. Así, los filamentos y su ácido fluorescente fueron tallando la superficie de la roca.
Nadie creería que antes esta piedra fue un compacto anodino, sin forma. El veneno y el tiempo les dio un vestido que no es disfraz: es piel encantada de cicuta marítima. Sin latir ni desplazarse, las hijas abisales queman la mano de buceadores desprevenidos.


✍Gabriela Clara Pignataro (1985, barrio de Floresta, Buenos Aires) es pedagoga y educadora social, escritora, fotógrafa y actriz.

Publicó La última oleada se llevó todo menos esto (Editorial Subpoesía 2013), Eso que no separte es una respuesta (Difusión A/terna 2014), Muta (Nulu Bonsai 2014), Floresta (LFS 2015), Esto pasa: Poesía en Buenos Aires. Antología (Llanto de Mudo 2015), "Formas de lo invisible. El espectro como cuestión estético-política" (Karmacorp Ediciones, 2017), Tundra (Añosluz Editora, 2018), Tranço cabelo cai um raio(Benfazeja Editorial 2018), Dos poemas (Ediciones Arroyo 2019),Tus profes te leen- Antología (2020), Puma (Editorial Promesa, 2022), Una vida peligrosa (2023, Patronus)

Es maestranda en Políticas Públicas en Educación (UNIPE), formación de posgrado en la cuál se encuentra en proceso de escritura de tesis en torno a la relación entre literatura, pedagogía y política en la conformación del Estado Moderno Argentino.

Trabaja como docente, educadora popular y asesora pedagógica. Da talleres de lectura y escritura en "Bajo la Araucaria", espacio desde el cual con su compañera Clara Del Valle, llevan adelante una investigación sobre el mapa federal de talleres de lectura y escritura, sus didácticas y pedagogías.

🎙¡Muchas gracias Gabriela por ser parte del Podcast Bondi de Poetas!

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