Hundida en el orden oculto, bendigo los venenos.
Elijo la esquina de la noche.
Recorro con páginas, con vapores.
Rudimentos antiguos funden mis ojos en cristales nuevos.
Veo las nubes que contemplan con aliento.
Se parecen a bolsas de nylon suspendidas, errantes entre miles de cuervos.
Voy con intensidad felina en la yema de los dedos.
Escucho tres campanazos, un perro.
Hay ritmo en el aire, frente a la esfinge.
Soy apenas un fragmento del secreto, un cuerpo acantilado.
Guiado por la misma liturgia que ordena las estrellas,
con el mismo cuidado con el que emprolija la luz,
las cavernas.
La fortuna trae advertencias.
En algún sitio, en la bisagra azul de la garganta, el tiempo me escucha, me repara.
Revuelvo la arena, la playa está llena de castillos por crear.
hundida en el orden opaco, lo imagino, ya no es un desvío del verbo.
Mi boca es una pupila dilatada, mi palabra una infinidad de manos.
¿Qué habrás querido,
nebuloso aquella mañana y media,
pretérita y humeante entre bostezos de aire gris a la vera del planeta?
Recuerdo el sonido del cuchillo gritando vertical sobre la tabla y un silencio de
corchea que duró en tus ojos hasta mi nacimiento.
Ningún arcano, ninguna especie de nada con alas, un, uno, solo.
Solo un ángel,
y se entretuvo en las cebollas,
en tus uñas plásticas blancas,
mojadas por el ácido y por tu preocupación.
En la otra punta yacía en mí la creación,
evocación desde el vacío que desembaraza a puro grito y roto,
orgasmos de tiempo negativo,
fiebre dorada de moléculas durmientes,
la valentía de convocar la concentración hirviente de una fábula madre.
Confío que en algún momento se agoten las poses, las fotos, los modelos de celulares.
Que llegue el momento en que la novedad se autodestruya de tanto repetirse.
En que ya no queden más talles ni discontinuos.
Que en algún momento a nadie se le ocurra un menú ni carteles para la cartelera.
Porque confío en que nos arrulle alguna vez el silencio.
aunque nos cueste el arte, y así podamos ver el mundo desnudarse de nosotros.
Es inútil preguntar a través de la poesía, cada verso aleja más la novedad.
Escribo como enroscando focos, alumbrando sombras donde no las alas hay.
✍Rocío (30) nació en Laprida y actualmente vive en La Plata. Es profesora de danzas (Escuela de Danzas Clásicas de La Plata), estudiante de Ciencias de la Educación en la UNLP y de Guión Cinematográfico en la ENERC. Publicó su primer libro de poemas, "Autopartes del naufragio", en 2017 y "Poesías para abrir" en 2019, ambos con SerSeres Ediciones. En 2022, publicó "Kintsugi Bazar de poemas rotos" con Prueba de Galera Editoras. Colabora con textos en Literaria Pandora y Cuadernos de Danza, y ha publicado en Revista Vozal #5, Gambito de Papel, Pantomima Revista, Sisma y en diversos blogs. En 2023, acompañó como correctora los poemarios "Los procesos de la piedra" de Franco Papaterra y "Meditabundo" de Javier Piñeyro.
Publica sus textos en sus redes sociales, en su blog y entrevistas a diferentes personalidades en Entrevistas de a pie
🎙¡Muchas gracias Rocío por ser parte del Podcast BDP!
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