El refrenamiento
Ah, debieran verme podar el despropósito
que ha crecido en mi patio
para entender que estoy dispuesta
a cortar por lo bueno.
Le pregunto al cuchillo si entiende
qué es la frondosidad
y dice: ahí, donde la jungla del helecho
suelta hijos.
Entonces voy y desentierro el nervio
que baja por el tallo,
como me pararía frente a un animal
que hay que sacrificar antes de que despierte,
me subo al borde de la pala,
y que no quede más que el filo de la hoja
abierto al aire,
con el impulso de todo el cuerpo encima.
A veces fantaseo con mostrar
lo que sé hacer cuando me saco el corazón,
y que no quede un signo
que pueda confundirse
con el amor y su desasosiego.
El alivio
Este otoño que no termina de aplacar
sus días diáfanos
se hunde en las voces de la calle,
como una camiseta tatuada sobre un torso.
Tiene que haber una manera de hacer
visible lo que es.
Que al menos deje de crecer la menta afuera;
muerta la menta no vendrán más
las mariposas de la estación pasada
a simular que todo está en su sitio.
Ahora hace tres días que llueve sin sosiego.
Yo esperaba este indicio
que pronunciara en otra lengua
los estragos del cuerpo. Ahora,
que caen gotas como clavos,
se ha detenido esa obscena suavidad
y hay un olor a sudestada,
a fraude,
que cala hasta los huesos.
Se aquieta
He visto las bocas de los plátanos
perder el brillo de la estación saliente
como una cabellera de mujer
recién encanecida.
Es raro este viraje a rojo
de la savia que alimenta mi casa:
bien mirado, sabrás
que el pasaje de un estado al contiguo
se va gestando con un refrenamiento
que ya quisiera uno,
ay,
para sí.
¿Viste la luz rasante que entra desde el oeste
en cuanto entorno la ventana?
Fijate, mutará en una línea de puntillas
y costará trabajo distinguir
el punto en que la noche se queda suspendida
antes de que se enciendan los focos de la calle.
¿Te pusiste a pensar?
La ola que dispara el movimiento ,
su constancia en una dirección
tan pertinaz como definitiva,
se nutre del instante y lo abandona
en el momento mismo que comienza a insinuarse.
En cuestión de segundos
va a descolgarse el final del verano,
pero no se te ocurra respirar,
que la expansión de todo lo que existe
pende del hilo de tu aire.
La procesión
Aquí una hormiga
carga su peso sobre el cuero,
y ya quisiera el mejor buey
tener su tozudez de viento en contra,
su gusto por lo azul, su olfato
por lo dulce.
Después de un rato encuentro el caminito
de las depredadoras:
pienso en la red de obreras que obedece
a su genética ancestral,
una versión minúscula,
un ensayo,
de pasos de ballet.
Si me separo un poco,
la línea negra se pierde entre las hojas.
Se están llevando mi jardín sobre el lomo desnudo,
como quien roba un niño
y se lo ata a la espalda envuelto en un pañuelo.
Ahora que oscurece entro en la casa.
Las flores de la noche
han empezado a humedecer
el aire de mi patio,
y yo me traigo esa resina pegada en el vestido;
juraría, ahí afuera se sostiene
un cuchicheo detrás de los geranios
distinto al canto de los grillos.
Ah, quién tuviera la gracia
de entender con el cuerpo
la ley de la comuna.
✍Estela Zanlungo nació en Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires. Es poeta, docente y Técnica Superior en Coreografía e Interpretación de Tango (Edta).
Publicó: Soñar con agua (del Dock, 2014). Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes 2012. Los días del Buitre (La mariposa y la iguana, 2018), declarado de interés municipal en Lomas de Zamora, 2018. Los hijos de la jauría (Vuelta a casa, 2020), declarado de interés municipal en Lomas de Zamora, 2021. Gerli (Lago editora, 2021). Casa de buey (El andamio ediciones, 2022), Mención Honorifica Fondo Nacional de las Artes 2021.
Formó parte de las Antologías 2008/2009 y 2010/2011 de la Clínica de Poesía de la Biblioteca Nacional.
Sus poemas han sido publicados en Antologías nacionales e internacionales, en revistas culturales y en ciclos literarios. Ha participado de encuentros de poesía en el país y en el extranjero. Coordina talleres de escritura literaria.
🎙¡Muchas gracias Estela por ser parte del Podcast BDP!
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